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viernes, 30 de abril de 2010

FESTIVAL BLOGS SWINGERS ABRIL 2010

PUES MÀS VALE TARDE QUE NUNCA, EN ESTA OCASIÒN TENGO COMO INVITADO A A ALGUIEN MUY ESPECIAL, ALGUIEN QUE TIENE UNA CHISPA Y CARISMA DE ENCANTO, AMBOS NOS DISCULPAMOS POR LA DEMORA Y PUES... A DARLE, CON USTEDES "EL BELO"
MI POST ANDA POR AHI EN "ENTRE PARÈNTESIS" POR SI SE QUeEREN DAR UNA VUELTA



¿Vacaciones… para relajarse?

Gracias a Carlanoche por dejarme publicar este texto en su magnífico blog y a todos sus seguidores y lectores por tomarse el tiempo para leerlo. Es un gusto estar con ustedes.

Cuando ví el tema de vacaciones pensé de inmediato en todos los buenos momentos que pasamos cuando estamos descansando en otro lugar.

Pero también vino a mi memoria los momentos de angustia y desesperación que uno vive cuando se le pierde el pasaporte, los boletos de avión, el taxi que nos llevara al aeropuerto, las maletas, el propio vuelo de avión, etc., y es en ese instante en que vemos que nuestras “vacaciones para relajarnos” se convierten en momentos de angustia que nos pone los nervios de punta. Y cuando uno llega al “hogar-dulce-hogar” quisiera tener otros días de descanso para relajarse de esos momentos tan estresantes.

Y sobre esto me gustaría escribir y compartir una de tantas anécdotas que al respecto he vivido. Espero no aburrirlos.

Hace algunos años, en Paris, mi hermano Iván, mi amigo Ernesto y yo, el Belo, teníamos que volar hacia Londres para continuar unas vacaciones que habíamos iniciado en Madrid. El vuelo salía a las 8:00 am por lo que teníamos que ir en la madrugada al aeropuerto para llegar a las 6:00 y registra nuestro equipaje.

Tomamos un noctambus (autobús que sólo se utiliza en la noche y madrugada) para trasladarnos (ya que el taxi resultaba caro) y le pedí al chofer con mi poco y limitado francés que nos bajara en la “Gare du Nord” para ahí tomar el metro hacia el aeropuerto. Llevábamos muy buen tiempo para llegar al aeropuerto en metro y además resultaba un viaje barato.

Como eran las 4:30 am y no habíamos dormido nada por estar preparando las maletas en el hotel, al sentarnos en el autobús nos quedamos dormidos. Al cabo de un buen tiempo nos despertó el chofer para indicarnos que debíamos bajar y nosotros vimos que estaba todo muy oscuro y no se veía la estación de tren, por lo que le pregunté al chofer sobre ello y él me respondió que la Gare du Nord la habíamos dejado atrás hace varios minutos y que estábamos en la última parada del noctambus.

Miré mi mapa y el chofer me indicó dónde estábamos exactamente, lo que me permitió percatarme que nos encontrábamos completamente al otro extremo del aeropuerto, esto es, más lejos del aeropuerto que cuando tomamos el noctambus.

Nos bajamos después de una rabieta gigante y una reclamo al chofer por no despertarnos y bajarnos donde le dijimos y buscamos un taxi pero no había ninguno a esas horas en ese lugar. Yo miraba las calles para ver si se veía alguna luz de un taxi que pasara por ese rumbo pero nada, ni un alma. Miraba de un lado a otro pero sólo oscuridad y silencio hallaba en mi búsqueda. El tiempo apremiaba y la mente se volvía todavía más lenta para encontrar una solución. Si no hallábamos un medio de transporte pronto (Y sólo un taxi nos podía salvar para llegar a tiempo) perderíamos el vuelo a Londres y obviamente nos costaría mucho dinero tomar otro vuelo, lo cual no llevábamos. La boca se me empezó a secar. “Piensa, piensa”, me insistía en mi mente.

Vimos que en ese lugar había una estación del metro, la primera de una línea y bajamos a preguntar pero todavía no abrían el metro ya que faltaban como tres minutos para las 5:00 am hora de su apertura. Nos encontramos con un señor que era el encargado de los tickets y nos dijo que no había por esos lugares alguna estación o sitio de taxis pero nos ayudó a buscar una solución.

Nos dijo que abordáramos el primer metro del día que iba a salir de esa estación y que nos dirigiéramos hasta la estación “Gare du Nord”. Que ahí nos bajarnos y en lugar de conectar con otro metro (como inicialmente lo hubiéramos hecho) tomáramos un taxi en ese lugar ya que ahí sí encontraríamos bastantes.

No nos quedó otra opción que seguir esa indicación. Compramos los boletos del metro y cuando el encargado abrió las puertas corrimos para tomar el primer metro del día pues si se pasaba perderíamos alrededor de 10 a 15 minutos más en que llegara el segundo, como nos lo advirtió el encargado. Por ello, al pasar los torniquetes corrimos con todas nuestras fuerzas cargando las pesadas maletas que llevábamos llenas de ropa pesada para el frío y recuerdos de Madrid y Paris.

Escuchamos a lo lejos que ya se acercaba el metro y apresuramos la carrera bajando con brincos las escaleras que nos llevaban a los andenes. De pronto vimos que empezó a llegar el metro y que comenzó a frenar, luego abrió sus puertas y yo fui el primero en llegar y entrar, después mi hermano y pensamos que ya lo habíamos logrado pero justo en el momento en que sonó el aviso del cierre de puertas del metro vimos que Ernesto, nuestro amigo, se había retrasado porque se le rompió la maleta de donde la jalaba, por lo que la tuvo que echar en sus espaldas cual costal de papas.

Le gritamos que corriera más rápido, que apresurara el paso. Él nos miraba horrorizado haciendo un esfuerzo sobrehumano por correr con su pesada maleta y entrar al vagón. Por un instante creímos que no lo lograba pero cuando las puertas iniciaron el cierre, él se avalanzó hacia dentro con todo y maleta y logró ingresar aunque no de muy buena forma ya que quedó desplomado en el piso, maldiciendo la maleta chafa que llevaba. Todos estábamos bañados en sudor a pesar del frío intenso que se sentía en ese invierno parisino.

Llegamos a la “Gare du Nord” y corrimos para tomar un taxi. Efectivamente había bastantes. En el que abordamos le pedimos que nos llevara al aeropuerto y le informamos que no teníamos tiempo y que podíamos perder el avión si no se apresuraba, por lo que ni tardo ni perezoso piso el acelerador y voló cual bólido de fórmula 1.

Cuando llegamos al aeropuerto, juntamos los pocos francos que nos quedaban para pagar el “cuentón” que marcó el taxímetro, centavo tras centavo los contamos y al final nos faltaba dinero. Le dijimos que si le completábamos con algunos dólares pero no quiso y con gesto amable nos indicó que no nos preocupáramos que corriéramos o no llegaríamos a registrarnos.

Por fin llegamos, nos registramos y pasamos a la sala de espera donde nos sentamos y de tanta angustia y tensión nos quedamos nuevamente profundamente dormidos, tanto que casi perdíamos el vuelo ya dentro del aeropuerto.

Como ésta, muchas anécdotas que estoy seguro a todos nos han pasado y que lejos de relajarnos nos pone en un estado de angustia, pero que a final de cuentas y al paso de los años, se recuerdan como “la cereza del pastel” de unas inolvidables vacaciones.

Gracias nuevamente y me despido invitándolos a que me visiten en http://memoriasinescribir.blogspot.com soy El Belo y los espero por allá y también nos veremos por este espacio de Carlanoche.

4 comentarios:

  1. Carla mas vale tarde que nunca...
    Te mando un beso y gracias por haber participado en el festival...Un beso y saludos al Belo

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  2. uy Belo no sabes miesntras te leia los imaginaba sudando la gota gorda, pobres y peor aun perder el vuelo ya estando ahi que bueno que no paso, me encanto esta comica, bueno comica para los que la leemos xD
    saludotes Belo y saludos Carla

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  3. Que seria de esas vacaciones sin sus anécdotas, creo que es el toque o la chispa para acordarte de una aventura divertida que jamás volverás a vivir por lo que yo creo que se disfruta.

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  4. Leerlo resulta de lo más divertido, pero haberlo vivido!!! wow!!! imagino la desesperación de los tres, sin embargo, que padre tener anécdotas como esta para contar, muchas gracias por compartirlo aqui en mi espacio que también es tuyo.
    No servía mi compu, por eso hasta hoy comento, pero bueno... gracias Belo. Un beso enorme y vuelve cuando quieras.

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